Todo estaba
preparado en aquella enorme habitación, un camarero sube una bandeja
de frutas frescas con una botella de champán. Escucho los susurros de
la madrugada y la perezosa alarma de un viejo reloj. Las injurias
llegan desde el otro lado del paraíso, los recién llegados tienen
prisa y el silencio duerme entre pensamientos en mi ajetreada
cabeza. Aún quedan algunas gotas de sudor que no derramé por el
camino. Cojo mi guitarra e intento cuadrar tres acordes pero el efecto
del Valium hace que mis movimientos sean imprecisos y algo
trastornados. Me dirijo al baño a refrescarme la cara, al pasar
cerca del espejo este refleja la misma tragedia, me rodea un misterio
absurdo. Suena el teléfono pero no hay nadie al otro lado, nunca lo
hubo. Patxi Sagarna