Se llama Javier, tiene 63 años, es noble pero gasta mala
gaita, estamos los dos sentados esperando a un tercero. Un grupo de personas
empiezan a montar enfrente de nosotros un puesto de estos solidarios, no sé de
qué va la cosa, si la solidaridad es con Serbia, Segovia, Siria o Sofía
Mazagatos, no tengo las gafas. Observo que mi amigo tiene la mirada centrada en
uno de los tipos, su gesto refleja cabreo así que le pregunto ¿Qué pasa?. Mira
ese cabrón (me dice) trabajé 20 años con él, jamás se solidarizó con ninguna
causa, jamás salió en apoyo de sus compañeros y compañeras despedidos, ni
cuando hacíamos paros y asambleas para reivindicar nuestros derechos o salíamos
a la huelga, ni tampoco para apoyar otro tipo de causas, era lo que entonces y
ahora se llama un esquirol. Yo levanto la mirada para ver quién es pero no le
conozco, aunque si conozco a otros dos que están con él en el ajo, son de esos
que están ahí para ver que beneficio les pueda reportar a ellos la causa, no lo
que ellos pueden aportarle a ella. Son
los típicos que buscan protagonismo, foto, portada, aprobación, palmaditas o
publicitar su negocio, son gentuza sin más ideología que la de velar por su
morro y sus intereses, eran unos falsos antes y lo son ahora, aunque (como dice
mi amigo) tienen una capacidad terrible para camuflarse y mutar ,aparecer como
los salvadores del invento, son cínicos hasta la saciedad, chaqueteros, van de
oca en oca y saben muy bien aprovecharse y moverse entre este tipo de
historias, elegir el momento para sacar tajada y hacer un lavado de imagen, y
lo peor de todo, lo consiguen, estos no hacen nada si no obtienen rédito a
cambio. La solidaridad es otra cosa (me dice Javier) y a continuación me cuenta
una historia:
Hace dos años, a una familia del barrio se le torcieron
mucho las cosas, me enteré que entre su círculo más cercano de amigos (de manera
muy discreta) estaban recaudando algo de dinero para echarles una mano en la
medida de lo posible, apenas los conocía porque apenas hago vida allí, pero me
quise unir a lo que me pareció un bonito gesto y aporté 30 euros, era todo lo
que mi economía podía soportar. Me consta, que al final la colecta llego a los
3800 euros más un lote de alimentos considerable que cedió un supermercado de
la zona. Sorprendentemente, en menos de casi un mes la vida para esta familia
dio un vuelco a su favor, por lo que decidieron devolver parte del dinero que
no habían gastado y que eran alrededor de 2000 euros .Como no había forma de
repartirlo entre todas las personas que habían contribuido a ello, se les dijo
que harían con él lo que creerían conveniente.
Supieron de otra
familia que no pasaba por un buen momento, así que les hicieron llegar mil euros con una nota (no se su
contenido) los otros mil fueron a parar a un par de causas humanitarias que
ocurren fuera de nuestras fronteras, y así fué como la solidaridad de unos
cuantos vecinos de un barrio obrero recorrió miles de kilómetros. Así se hacen
las cosas, pero eso no nos gusta, nos gusta la solidaridad con titulares y
contra más testigos mejor, lo del anonimato y la discreción no va con nosotros,
y así está esto, que apesta a gentuza de las cloacas esperando sacar tajada
hasta de las miserias que asolan este mundo.
Mi amigo me mira fijamente a los ojos y me pregunta ¿Qué
opinas?
Y yo le contesto: que eres un gilipollas, sin ánimo de lucro
pero un gilipollas, mientras saco de la mochila dos bocadillos de rábanos con
carioca rebozada en salsa de uñas de jirafa de Sabadell.Patxi Sagarna