Escucho a un montón de pedantes y resabid@s tertulian@s decir eso de que España se tiene que reinventar en lo que a turismo se refiere. Evidentemente, est@s lumbreras televisivos no dicen cómo, claro, no tienen ninguna fórmula que no sea la de hablar y hablar para rellenar tiempo y programa. Pero en opinión de algun@s de estos parásitos no es bueno que se tenga tanta dependencia económica de los guiris. Y los muy desvergonzados lo dicen ahora después de llevar años aguantando desmanes, temeridad, balconing y otras salvajadas por parte de ese turismo barato y de borrachera que ve en España un paraíso para practicar la indisciplina y el caos. ¿Os imagináis a un español borracho saltando encima de un coche o haciendo balconing en un hotel de Niza, Alemania, París o Bélgica?. La primera manada de hostias le vendría por parte del director o la directora del hotel y los emplead@s, a la que se sumaría seguramente algún respetable cliente. Acto seguido, la policía le abriría el atestado correspondiente y después de pasar la noche en el calabozo lo mandarían para España, calentito con una multa de quince o veinte mil euros. Pero en España no. En España un guiri vale su peso en oro pero no solo en cuestiones turísticas, sino también culturales. Un grupo de música extranjero en horas bajas puede seguir haciendo su agosto en España tranquilamente, al igual que actores agonizantes y otros ineptos miembros de la farándula. En España un Smith o un Johnson aún causan furor y respeto. Para ellos, España es el vecino tonto donde se sienten cómodos porque todavía se les hace la pelota. Un país de palurdos e incultos en donde sólo se habla de fútbol, de la mili, de Belén Esteban y poco más. Un amigo mío me decía que, cada vez que hay una cumbre europea o similar, sufre viéndole al presidente español de turno limando sus complejos, intentándose abrir un hueco entre sus vanidosos y presuntuosos homólogos. Con el dichoso virus pasará otro tanto de lo mismo. España no es un país fiable en ningún ámbito, en semejante vertedero no se está seguro ni con virus ni sin él. Así que, al final, no quedará más remedio que pedir auxilio y ponerse en manos de algún Smith o Johnson, éso si no acabamos antes a hostias los pro-mascarillas y los que piensan que todo ésto es un cuento y no chino precisamente. Aunque el doctor Manolo o la doctora Cristina Pérez Núñez sean una eminencia en lo suyo, jamás podrán competir con las conclusiones que saquen el doctor Smith o la doctora Johnson. Da igual quien gobierne, no es una cuestión de izquierdas o derechas. El sentimiento de inferioridad es algo que está enquistado ya en el propio ADN del ciudadano español. Y a éso ha contribuido toda la clase política española, ¡toda!, que ha hecho pasar una y mil veces vergüenza ajena a sus resignad@s ciudadan@s. Por éso en este país hay tantos cargos estériles, improductivos, tanto tertuliano, tant@ expert@ en todo, para dotarle a la nación de un ficticio aire de "seriedad" y "eficacia" frente a los ojos de los vecinos extranjeros y que al final no son más que escalofriantes despilfarros de dinero público.
Un ejemplo de cómo funcionan las cosas aquí lo tenemos con la inminente vuelta a las aulas. España parece que, de acuerdo con las comunidades autónomas, ha resuelto que en los centros escolares habrá un cargo al que se le denominará Coordinador-a del centro COVID, que aparte de ganar un sueldo de mil pares de narices no sé qué funciones podrá tener más allá de poner el termómetro en la frente a los cri@s. Pero en este país de acomplejados somos expertos en crear "cargos relevantes" que no valen absolutamente para nada (como coordinador, asesor, directores, gerentes y demás madrigueras de vividores). Cargos que después ocupan un montón de enchufados, inútiles, ignorantes, incompetentes y que, como decía antes, nos cuestan un ojo de la cara. Ahora sólo nos falta cambiarnos los apellidos por el de Smith o Johnson. Patxi Sagarna