Es el día de Navidad y un amigo me ha invitado a tomar un
café en su casa. Son cerca de las cinco, mientras subo las escaleras del portal
escucho el bullicio folklórico-festivo que llega desde las viviendas de otros
vecinos. Toco el timbre y su madre me abre la puerta, hay tal concentración de
humo en el pasillo que tengo la sensación de transitar por una calle de Londres
en un día de niebla espesa. Por fin llego al comedor, eso parece Sodoma y
Gomorra en versión etílica. Saludo a mi amigo (observo que se frota mucho la
nariz) me siento en una esquina de la
mesa, hay cerca de veinte personas. Pido un poleo de menta y de repente empieza
una absurda discusión sobre los kilómetros que hay de aquí (San Sebastián) a
Logroño. Las explicaciones e información que viene en Google y otro tipo de páginas
no les convencen a los tertulianos. En
un momento de la discusión apartan las botellas de la mesa y piden un
rotulador para dibujar sobre el mantel blanco de papel las posibles rutas y
kilómetros que hay de aquí a Logroño. Yo me pongo a charlar un rato con el hermano
de mi amigo, me cuenta que está enamorado de una latina que vive en Barcelona,
a mí me lloran los ojos pero no de la emoción si no de la condensación de humo
que hay concentrado en el salón. Meneo un poco el poleo de menta para que no le
salga musgo y vuelvo a la conversación de los Kilómetros que hay de aquí a Logroño.
A estas alturas hay infinidad de rutas marcadas sobre el mantel, una que va desde
San Sebastián-Paris-Bolivia-Austria-Logroño. El otro contertulio no está muy de
acuerdo con el itinerario trazado por su contrincante y ve más viable y segura
otra ruta alternativa que va desde La Coruña-Las Vegas-Manhattan-Zaragoza y por
fin Logroño. Como no llegan a ningún acuerdo, uno de ellos decide recurrir por
teléfono a un cuñado suyo que es municipal, pone el manos libres para que todos
podamos escuchar la conversación. Al municipal le salen los tío pepes, el champán,
el vino y las copas por las orejas, no sabe si le hablan de Logroño, del moño o
del coño de la BERNARDA, además se hace imposible oír la conversación, hay
mucho ruido de fondo y suena una música tipo la Década Prodigiosa o Village
People, así que la llamada resulta infructuosa. El efecto del alcohol está en
su momento más álgido y empiezan a sopesar diferentes rutas aéreas con
diferentes escalas en Sudan –Yemen-Teruel y… Logroño. En ese momento tocan el
timbre, es un vecino que viene a pedir unos hielos, observo que sus ojos están
caídos y tiene una sonrisa fácil, es decir, viene borracho y fumado. Parece ser
que se llama Enrique, que es transportista y soltero (según me cuentan) así que
al escuchar el conflicto kilométrico a Logroño se mete de lleno en la controversia.
La madre de mi amigo saca otra botella de whisky. Aumenta la polémica por los kilómetros
a Logroño. Pasado un rato, al vecino se le han derretido entre los
huevos todos los hielos que había pedido, no se entera de la empapada, con
tanto frío derramado sobre sus partes va a tener las pelotas anestesiadas una
temporada, pero está totalmente concentrado
e integrado en la conversación y el copeo, según él, hay veces que tarda hasta dos días en llegar a Logroño,
pues tiene una ruta marcada con todos los after que hay en cien kilómetros a la redonda de Logroño. En el mantel de papel blanco ya no entran ni más mapas ni más
posibilidades, la última ha sido una ruta marítima por las Azores con trasbordo
en Transilvania, visita al castillo de Drácula, almuerzo en una sidrería de
Toronto y después Logroño. En fin… un
día de Navidad cualquiera como el de otra casa cualquiera .Mientras me comeré
un bocadillo de turrón de espinacas con garbanzos y caracoles de Logroño.Patxi
Sagarna