No se nada de ell@s desde hace años. Durante mucho tiempo se dedicaron a perseguir un sueño que, no era otro que retirarse de esta vida de continuo estrés, opresión y atosigamiento para buscar oportunidades en lugares donde los únicos sobresaltos son los que pueda originar la climatología, la enfermedad de algún vecino, o la bombilla de una callejuela que no se enciende. Mientras el resto del mundo nos dedicábamos los fines de semana ha aliviar y anestesiar el ritmo frenético de nuestro día a día a base de apoyar el codo en la barra del bar y darle a la verborrea fabuladora, otros, se dedicaban afanosamente a recorrer kilómetros de coche en busca del lugar propicio donde volver a echar raíces. Y lo lograron. De la noche a la mañana desaparecieron como si la tierra se los hubiese tragado. De algunos se algo, dé otros nada. Hace años que no hacen vida por las redes sociales, probablemente se habrán olvidado del correo, las contraseñas, el whatsapp y toda esa porquería que nos tiene anestesiados una buena parte del día. O es que quizás (como me dijo alguno) las ondas envenenadas de los Vodafone, Moviestar y compañía, no han logrado aun penetrar en la tranquilidad de algunos de estos preciados y remotos parajes. Hablamos de esas zonas rurales que aun existen en este país, esas aldeas y pueblos con escasa o envejecida población. Esa España rústica, inculta muchas veces, aquella que nos mostraban películas como las de Paco Martínez Soria; pues resulta que ahora son el paraíso. Han permanecido imperturbables con el paso de los años y ahora son símbolo de calma, sosiego y serenidad. Lugares donde el COVID ni siquiera a alterado el día a día de los pocos vecinos, o en donde no se arriman los políticos porque habría mucho para gastar y poco o nada para trincar. Allí se marcharon ellos y ellas y lograron su sueño. Mientras, nosotros seguimos pendientes de los virus, las guerras, los ellas, los elles, los Sánchez, las siglas, o de la Shakira y el Piqué, o de los millonarios de turno y sus nauseabundas inmundicias . Eso si, con el codo apoyado en la barra. Patxi Sagarna.