Tengo un amigo que se divorcio hace 14 años, vive en Gros,
un barrio de Donostia y siempre hacia agosto me llama un día por teléfono para
quedar, su ex se volvió a casar y se marcho a vivir a Toledo, pero por estas
fechas viene a visitar a su familia a Donostia y a mi colega cuando se la cruza
le entra la morriña. Quedamos a las 5, el autobús va casi vacío, todo dios está
en la playa, en la siesta o borracho. Entro en el bar y ahí está mi amigo con
cara desesperada, me dice lo de siempre “ahora que he cambiado y ya no me
coloco los fines de semana que felices podíamos haber sido”, la verdad es que
en eso tiene razón, ya no se coloca los fines de semana, ahora lo hace a diario
y a jornada completa, es decir, mañana tarde y noche. Esta totalmente
desaliñado, observo su pelo y está lleno de grasa, más que un champú necesita
un bote de fairy, lleva una barba abultada en la que hay restos de fideos,
tomate, pizza etc. La camisa que lleva no sé si es verde o es que tiene musgo,
y de la nariz asoman alijos de farlopa y derivados, en fin, que menuda joya se
ha perdido la muchacha. Le escucho un rato y me despido.
Cojo el bus de vuelta,
son las 8, voy de pie y en la segunda parada se monta un aluvión de gente que
viene de la playa, enfrente mío se ponen 3 tipos, uno obeso con bastante
barriga, el autobús apesta a sudor y cada vez que da un frenazo me vienen
encima los sobacos de los tres, también va una mujer con un crío pequeño en un
carrito, el autobús arranca y alguien aprovecha el ruido para echarse un pedo, el olor es horrible y comienza un juego de miradas para descubrir al autor. El
crío comienza a llorar, su madre lo coge en brazos, el chaval se ha cagado, así
que cada vez que frena el autobús me topo con los sobacos de los tres sujetos,
para colmo, el tipo gordo me desplaza por inercia con su barriga para terminar
así mi cara empotrada en el culo cagado del crío. Estoy de los nervios,
acorralado, así que decido mirar hacia el suelo, pero el espectáculo es
desesperanzador, dos de los tipos llevan sandalias con calcetines gordos, ya no
sé si huelo a pies, sobaco o a mierda.
Huele a humanidad, pero resisto las
últimas embestidas domingueras y por fin llego a casa, me quito la ropa y me
voy directo a la ducha, me echo el bote entero de gel, no me puedo despegar del
olor del autobús, tiro la ropa a la lavadora, abro las ventanas, pongo
sándalos, velas con olor, eucaliptos, hasta vacío el frigorífico de comida y la
tiro a la basura, pues había un trozo de queso que me ha recordado al olor del
autobús, bajo la basura, me vuelvo a duchar, he tirado hasta las latas de
tónica. Estoy desesperado, no sé si irme a dormir a una pensión que hay aquí al
lado. En ese momento me llama mi amigo por teléfono, le cojo pero no puedo
hablar con él, le tengo que colgar, el móvil huele mal, o mi amigo, o el
pueblo, o el mundo. Por fin me tomo una pastilla y me tranquilizo, me echo
Vicks Vaporub en las narices y la cosa se calma. Bajo al bar de abajo y me pido
un bocadillo de almejas con salsa de garbanzos y mortadela de Melilla, mientras
escucho al hombre del tiempo decir que para mañana también viene calor. Dejo el
bocadillo y me voy otra vez a la ducha .Patxi Sagarna