Estaba ojeando un vídeo sobre las investigaciones que se
llevan a cabo por la desaparición de Diana Quer, la joven de un municipio de La
Coruña.Observo que a mano derecha de la pantalla me sale un reportaje sobre
los crímenes de Alcasser, aquel trágico suceso que mantuvo en vilo a todo el
país en 1992. Inmediatamente surgen un par de preguntas en mi cabeza: ¿Qué fue
de Antonio Angles? ¿En qué termino todo aquello? Guardo un vago recuerdo de
esos interminables días, me viene a la memoria la imagen de algunos periodistas
comportándose como verdaderos perros de presa, mas en busca del morbo que de la
noticia, a una esperpéntica Nieves Herrero en uno de los shows más vergonzosos
de la historia de la televisión .Después, cuando realmente había que realizar
labores de periodismo de investigación, cuando empezó a brotar en el ambiente
que aquello no parecía ser obra de dos simples delincuentes, que podían estar
detrás personas de las màs altas esferas, la mayoría prefirió mirar hacia otro
lado.
La verdad de aquel espeluznante episodio podría haber puesto en peligro
los cimientos en los que se sustenta el “estado de derecho”. Ni si quiera en el
argot de la criminalidad se le pudo poner nombre a semejante barbarie. Un dato
que lo dice todo, es que en las jóvenes se encontraron restos púbicos de al
menos nueve personas, ninguno correspondía a Ricard ni Angles, ensañamientos
brutales, no voy a entrar en detalles que ni siquiera la mente más obscena,
sucia, vil y depravada podría llegar a imaginar.Por primera vez oímos hablar
de “el clan de la Moraleja”, de películas o imágenes snoff, de rituales de
signo satánico (una de las niñas tenia incrustada una cruz de Caravaca
utilizada en ceremonias de magia negra o de carácter diabólico).
Parece ser que uno de los autores, o colaboradores, o cómplice de aquel crimen , enfermo y arrepentido decidió entregar un vídeo al cura de Alcasser bajo secreto de confesión, vídeo
que fue a parar a manos del padre de una de las jóvenes, Fernando Garcia
y del criminólogo Juan Ignacio Blanco, esta cinta fue entregada o se intentó entregar al Ministro de
Interior de entonces, contenía el nombre de al menos cuatro personas. A partir
de ahí el caso entro en una espiral de presión con amenazas, juicios, multas, juzgados hasta el punto (según
informaciones de la época) de que Juan Ignacio Blanco guarda en su poder una
copia como seguro de vida. Seguramente de este escabroso capitulo nunca sepamos
toda la verdad. Quizás los autores de semejante crueldad y sadismo, sean ya
ancianos orgullosos de ostentar el primer puesto en el ranking de la brutalidad
criminal.
Estamos acostumbrados a ver como en este país se traspasan
las líneas rojas con mucha frecuencia y facilidad, mientras nosotros ,viajamos
de solidaridad en inconstante solidaridad dejando un montón de muertos por el
camino. Es vergonzoso y humillante ver como este sistema nos pone una y otra
vez de rodillas. Presumimos de ser los abanderados de la tolerancia cuando no
somos más que una pandilla de resignados bocazas .Solo así encuentra uno
explicación a que el estado, sus cloacas y barrios colindantes nos den por el
culo cada dos por tres sin que tenga la mas mínima consecuencia. No hay día en
que uno no se avergüence de ser ciudadano de este ya corrompido planeta, lo
hemos enfermado emocionalmente, lo hemos saqueado, lo hemos contaminado, lo
hemos asesinado, y no sería de extrañar que un día se cabree, suelte un
estornudo y nos mande a todos a tomar por culo. Patxi Sagarna.