Es sábado y hace un día invernal, así que decido quedarme en
casa y hacer un día de turismo televisivo .Me tumbo en el sofá, pongo la
calefacción y empiezo a zapear. La guitarra me mira de reojo pero hoy la
ignoro. Topo con una película de estas de Ozores, Alfredo Landa y compañía, me
dejo llevar por el cine patriota de la época (tampoco han cambiado mucho las
cosas desde entonces) antes mandaba la derecha por cojones, ahora ya da igual quien este en el poder, es una mera competición de estupidez.
Suena el teléfono, es un amigo
mío diciéndome que tiene bolo y a ver si le puedo dejar el teclado, le digo que
sí, me contesta que en una hora pasa a recogerlo. No han pasado 10 minutos y me
suena el móvil otra vez, es mi amigo, me dice que está abajo con el coche mal
aparcado y que le baje el teclado. Estoy en calzoncillos, me pongo una bata
rosa recuerdo de mi madre y que es muy abrigada, me calzo unas zapatillas de casa
sin mirar y bajo, total son 30 segundos. Le meto el piano detrás y le digo
hasta luego. Cuando voy abrir el portal empieza el drama, me he dejado las llaves
en casa con las prisas, y aquí estoy en bata rosa, una zapatilla de un color y otra de otro y en calzoncillos ¡tierra trágame¡. Cincuenta años intentando guardar una imagen
coherente con mi estilo rokero y se viene abajo en cinco segundos. La lluvia
arrecia, hace viento, no puedo moverme del portal, es como estar en una cárcel
de medio metro. En milésimas de segundos ha pasado toda mi vida en imágenes por
mi cabeza como cuando vas a morir, me siento igual. La ventisca que me entra
por los huevos me estremece, no puedo ir a ningún sitio de esta guisa, me
tomarían por algún neurótico exhibicionista que se ha escapado del
psiquiátrico. Estoy aterrorizado, esto es el final, veo hasta el famoso túnel,
pero no puedo presentarme
con estas pintas en el más allá, un cura ¡confesión !
Mi mente me acorrala con
pensamientos como: Eres la vergüenza de la especie, de tu sexo, un
indocumentado, un desvergonzado. Cerca hay un locutorio, me viene a la cabeza
que puedo ir allí y pedirles prestado un burka, o una chilaba de esas que usan
ellos. En esas llega un vecino y abre la puerta del portal (algo es algo) subo
a oscuras hasta el segundo piso y me siento en la escalera, hasta toco el
timbre por si se hace el milagro y me abro yo mismo, la desesperación se ha
apoderado de mi. Escucho que alguien sale de casa y enciende la luz del portal
¡no puedo dar crédito a lo que veo ¡ las llaves están puestas en la puerta, con
las prisas las he dejado ahí. Me
abalanzo como un energúmeno, abro la puerta y al cerrar respiro profundamente.
La película ha terminado y el mal rato se apodera otra vez de mí,
necesito digerir la tragedia, así que voy a la cocina y me preparo un bocadillo
de calamares con coliflor y morros de Tudela.Patxi Sagarna