Esto de andar venturoso por la vida se esta poniendo cada vez mas difícil. En un mundo donde la acritud, la envidia, la perversidad o la animadversión campas a sus anchas, a los jubilosos se les empiezan a poner las cosas un poco cuesta arriba. Por ejemplo, esto de que te presentes en el trabajo, por la mañana, con una sonrisa de oreja a oreja empieza a ser bastante impopular. Y si la sonrisa va acompañada de esa cara de pícaro con satisfacción y unas pocas ojeras, apaga y vámonos. Creo que va a empezar a ser obligatoria la mascarilla, porque no se puede ofender ni agredir al personal exhibiendo semejante rostro gozoso, dichoso o radiante y encima tener una salud medianamente decente. Que va a ser esto!.
Eso de ser feliz es para las portadas del Hola, los capitalistas o la jet set, para el resto del mundo ya esta el Facebook, donde puedes aparentar todo lo te salga de los cojones, además, para eso esta precisamente, para que por unos minutos, horas, días, o años puedas proyectar el personaje que jamás (y menos por méritos propios) vas a llegar a ser. Ser o lograr que a tu tarro no le falten azucarillos es un arte, una filosofía de vida que hay que practicar a diario, una predisposición que se logra a través de la constancia y la persistencia, de tener confianza en uno mismo, de no convivir con la opresión y, sobre todo, de no sentarse a esperar a que aparezca alguien y que haga el milagro por nosotros, porque si nuestra felicidad esta a merced o en manos de terceros es porque tenemos un problema grave de personalidad, dignidad y amor propio y, entonces si, entonces si que estamos jodidos. La felicidad es sentirse con ánimos para hacer cosas o afrontar objetivos, la felicidad es motivación, es armonía en el entorno, es ser autosuficiente, es fortaleza en la aceptación, es un sentimiento de bienestar y no es pasajero, si no que perdura en el tiempo. Es una tendencia de la persona por naturaleza que, ha pesar de como le vayan las cosas con sus diferentes circunstancias siempre lograra salirse por caminos de optimismo, aliento, animo e ilusión. Así que vamos a aprovechar las prorrogas que a estas alturas nos brinda la vida y que lo hace con nuevas vivencias, nuevos rostros y nuevas emociones. Esos regalos en tiempo de descuento, esa felicidad añadida e imprevista, esas alegrías inesperadas que te trasladan a otros espacios que contienen una intensa luminosidad. Esa felicidad que se vive y no se amaña, la felicidad sin miedo al mañana, la que derrumba los muros de la nostalgia. En definitiva, lo de los azucarillos en el tarro es una cuestión de actitud, de salud y de constancia, aunque la constancia que es hermana de la pereza, no sea una facultad de la que precisamente hoy en día el ser humano pueda hacer gala. Por lo tanto, para no levantar sospechas ni generar animadversión diremos eso de que, estamos amargadamente felices. Patxi Sagarna