viernes, 17 de diciembre de 2021

LAS ADICCIONES EMOCIONALES. ESA PRESA A PUNTO DE DESBORDARSE SIEMPRE

 Los estados emocionales son esa extraña adicción de la que muy poco se habla. Aparecen en forma de desaliento, frustración, nostalgia, decepción, inseguridad, remordimiento, cabreo, miedo, ira etc. Cualquier persona de forma puntual  puede verse envuelta en sobresaltos, conmoción, enfado, nerviosismo o inquietud etc de forma transitoria. Pero, no conviene instalarse de manera permanente en ninguno de ellos porque pueden terminar generándote una dependencia. Por ejemplo, son muchas las personas que necesitan estar en un estado de permanente preocupación, enfado o conflicto con otros. Estas personas, "gestionan " todo estos estados de tensión y predisposición al arrebato como si fuese algo normal, piensan que forma parte de su carácter. Muchas veces, buscan y rebuscan en lo mas profundo con tal de sumergirse en algún estado engañoso de preocupación, rabia, tristeza, pesimismo o desamparo. Aunque las cosas les vayan bien o medianamente bien, siempre resurgirán con algún tipo de conflicto. Este tipo de actitud les provoca vivir en un constante cuadro de ansiedad con el cual terminan casi por familiarizarse, una especie de bucle vicioso del que no saben salir y en el que de forma extraña parecen estar "cómodos" porque de esta forma consiguen demandar la atención o el afecto por parte de otros. Muchos, no entienden su vida si no es por medio del conflicto o la discusión, y entienden la cólera y la irritación como algo natural, dificultando y deformando de esta manera las relaciones inter personales de su alrededor. . Cualquier momento, pensamiento o situación se puede ver amenazada por la devastación. Para estas personas, los estados de calma les resultan incomodos, casi desconocidos .Si les ves entusiasmados, ilusionados o eufóricos podrás observar que, no es mas que un estado transitorio de muy corta duración, ellos mismo se encargaran de incluir algún elemento hostil que les haga naufragar de nuevo en su cruzada particular. Tienen un sin fin de "argumentos" y "culpables" para justificar su enojo, el cual, generalmente para ellos, tiene como procedencia actitudes de otros en la mayoría de los casos. Todo el sufrimiento propio y ajeno lo acaparan ellos, todo les afecta, pero les afecta de forma desproporcionada y por lo general abultada. Detrás de todo esto no hay mas que una mente con plenas facultades para el deterioro emocional, que escarba en lo mas recóndito para lograr fundirse con la tensión, el desaliento, la melancolía ,la hostilidad y todo lo que les proporcione un estado de desasosiego que ellos contemplan como algo lógico o común. Y no salen de ese área de confort porque les da pavor. Temen vivir en una vida emocional normal en la que no sean la excepción si no uno mas con sus correspondientes circunstancias  y sin la necesidad de llamar la atención ni desbordar el baso cada dos por tres. 

 Es frecuente que intenten atraer a rostros nuevos a su alrededor, pensando que, lo que dejan atrás era la causa de sus conflictos y que el efecto de la novedad les puede resultar milagroso. Pero no tardan en volver a caer en las misma rutinas o peores, ya que una mente acostumbrada al desasosiego o la desazón no va ha tardar mucho tiempo en ponerles otra vez en el carril de lo desfigurado, airado o adulterado. Así es el bucle de las adicciones emocionales. Un eterno vagabundear por caminos corrompidos por la mente, falsificados, desproporcionados y amañados.  En definitiva, una presa que siempre está a punto de desbordarse. Patxi Sagarna.




sábado, 18 de septiembre de 2021

Charlie Watts y los sincopados

 Nunca he sido un fanático stoniano, pero he de reconocer que ese desafío a la propia naturaleza siempre me ha hecho mantener una especie de hilo romántico con la banda. Siempre he afirmado que si tendría que definir la palabra rock and roll con una sola imagen, valdría cualquiera de Sus Majestades Satánicas. Al César lo que es del César. Nos acaba de dejar Charlie Watss. No tengo el criterio musical suficiente para definirle como músico. No sé si era un gran batería, un batería mediocre o normal, o un genio de las baquetas. Lo que sí sé es que fue el mejor baterista para los Stones. Lo que me hiela la sangre es la cantidad de "entendidos musicales" que aparecen de la nada cada vez que alguna celebridad musical, o de otro tipo, abandona este mundo. La mayoría de estos oportunistas son loros de repetición que se limitan a hacer copia y pega de las palabras que otros más competentes que ellos en la materia han pronunciado. Ahora está muy de moda ésto del copia y pega. Y de esta manera tan mezquina, alguno@s embellecen su perfil y lo maquillan dándole cierto aire intelectual del que generalmente carecen. Lo de Charlie Watts ha sido para encolerizarse. Personas (que lo más parecido o cercano que han visto o estado de un batería ha sido en alguna cacerolada popular, o en esas ocasiones que se les presenta una vez al año en fiestas del pueblo en las que pueden salir atizando un tambor en alguna tamborrada o similar) se convierten ahora, para estupor de algunos, en verdaderos entendidos del mundo de la percusión . El otro día, unos de esos tantos osados hablaba (por boca de otros supongo) que lo que destacaba de Charlie Watts eran los ritmos sincopados. Le envié un mensaje preguntándole si sabía lo que era una síncopa y aún estoy esperando que me conteste. Mientras tanto, parece ser que los pactos con el diablo que algunas viejas glorias firmaron antaño empiezan a dar signos de debilidad o, mejor dicho, tenían fecha de caducidad. Por el contrario, la imbecilidad ya es Patrimonio Nacional. Patxi Sagarna,




domingo, 2 de mayo de 2021

Los Pérez, los Gómez y Mandela.

No sé cuántas veces he visto la película Invictus, en la cual Mandela intenta reconciliar a su pueblo utilizando como instrumento la celebración en Sudáfrica de la Copa Mundial de Rugby. Es una film que logra conmoverme emocionalmente, no tanto por lo que fue Mandela (que también) si no por lo que no soy yo. Cuando acaba la película, uno reflexiona sobre la necesidad que tenemos de gente con una generosidad humana de tal calibre. Pero me equivoco en dicha reflexión, Porque las hay. Se apellidan Pérez, Gómez o Agirre. Pero las hay. Son personas que están ahí, en nuestro entorno muchas veces, o que se cruzan en nuestras vidas de forma casual, circunstancial, fortuita o accidental. O por cuestiones del destino, si así lo prefieren. Son es@s que comprenden y aprenden, que perciben y sufren, que suspiran y siguen. Es@s que desde la condescendencia y la indulgencia han hecho que durante un minuto o unas horas nuestra existencia sea un poco mas soportable sin buscar más recompensa que la de ver un rostro un poco más sosegado. Son aquell@s que demuestran con hechos todo de lo que nosotr@s presumimos de boca.

Y nosotr@s, que destilamos arrogancia y altanería hasta por los costados, pensamos que estamos a la altura de las circunstancias. Incluso nuestra impertinencia y nuestro engreimiento hace que les hablemos a veces hasta de tú a tú. Nosotr@s que, hasta cuando le damos una limosna a un desamparado, no lo hacemos por aliviar las necesidades del mendigo, si no por aplacar o enmascarar nuestra incompetencia como seres humanos. Ell@s que nos observan desde el desconsuelo unas veces y desde la serenidad otras, no tienen que hacer ningún esfuerzo por demostrar nada, porque simplemente son así.

Y ahí siguen, trazando su camino, mejorando su tarea, esquivando los oscuros relatos de nuestra mediocridad y vulgaridad existencial. Replegándose por agotamiento y para no tropezar así con nuestro insistente cretinismo. Mientras, nosotr@s persistimos y nos obstinamos en cambiar la conducta social, colectiva o global, cuando a nivel individual somos un verdadero estercolero emocional. Incluso, cuando se nos presenta la oportunidad, tenemos la insolente osadía de autodefinirnos como humildes, altruistas, sencill@s. Qué horror. Patxi Sagarna.



 





domingo, 17 de enero de 2021

Cuando me atemorizaba la muerte de mis ídolos


 

Nunca olvidaré una fría noche de noviembre de 1991 en la que escuché que Freddie Mercury había muerto. Había llegado a casa de madrugada y, mientras bajaba el efecto de las sustancias, me puse la radio para ver si de esa manera lograba despistar el insomnio. De repente, la inesperada noticia: Freddie había sido derrotado por el SIDA. En ese momento sentí una angustia inusual. Había visto fotos de él en alguna revista de la época con un aspecto en el cual se podía apreciar que la enfermedad lo había devastado, pero aun así me negaba a reconocer que el trágico final estaba cerca. Evidentemente no conocía a Freddie de nada, pero yo, como todo el mundo, necesitaba creer en mitos y tener ídolos inmortales. No era consciente de que me estaba enfrentando  a mis propios demonios, a mis propios miedos. De alguna manera necesitaba creer en la "inmortalidad", aunque fuera a través de otros. Necesitaba convencerme de que la naturaleza hacía excepciones, de que Freddie podría ser una de ellas. No era consciente de que el bueno de Freddie solo era un parapeto en el cual me atrincheraba con un sinfín de pensamientos, reflexiones existenciales y razonamientos absurdos. Pero la realidad era otra. Freddie, aparte de sus grandísimas dotes vocales y musicales, me ayudaba a tapar mi propio estercolero, mi hastío, mi desgana, mi aburrimiento, mi fracaso y, sobre todo, mis complejos. Necesitaba de Freddies  a todas horas capaces de tapar mis miedos y mi inmadurez. Necesitaba ídolos con capacidad de llenar y entretener mi cerebro con algún tipo de contenido. Necesitaba vivir mi vida a través de otros. Necesitaba personajes que dieran algún sentido "glamouroso", de elegancia, de utilidad y fascinación a mi vida. En definitiva, necesitaba tapar mi deshabitada subsistencia. Muchas veces, me sentía ridículo llevando mis sentimientos y mis emociones mas allá de lo justamente humano. Necesitaba soñar, querer, amar, sentir. Pero necesitaba hacerlo de verdad, no a través de mitos, fábulas, con altas dosis folklóriko-fantásticas. Necesitaba ser yo sin intermediarios en los que esconderme. Hace muchos años que enterré a mis ídolos (si es que alguna vez los tuve realmente). Pero aquella falta de identidad, aquellas cadencias interiores y, sobre todo, aquella incapacidad por ser uno mismo, había que rellenarla con algo- ¡Demonios! Al fin y al cabo, algunos de mis ídolos políticos aún viven, pero ideológicamente se han suicidado hace tiempo. Patxi Sagarna.

PD: Si observáis el contenido de las frases que los seguidores dedican habitualmente a sus distinguidos personajes fallecidos, generalmente están hechas de una jerga muy cercana a lo celestial, a lo religioso. Todos nos olvidamos del ansiado infierno al que queremos o queríamos ir estando en vida. Pero ésa es otra historia, ésos son otros miedos.