martes, 31 de marzo de 2020

Para ser un HEAVY hace falta ser idiota?

Para ser un HEAVY ¿hace falta ser idiota? En estos días de encierro total donde da tiempo para mucho, me he dedicado (entre otras cosas) a revisar algunas películas que tienen como trasfondo algún contenido musical. Después de echar un vistazo a algunos de estos films, he sacado una conclusión: para ser heavy ¿hay que ser idiota? Cada vez que un director de cine quiere incluir en su cinta la temática o a algún personaje afín al mundillo del rock duro o similares, generalmente los caracteriza de una forma muy alejada de la realidad. O dicho de otra manera: los fanáticos, fans o admiradores de este estilo de música no salen muy bien parados. El personaje en cuestión se muestra como un-a auténtic@ analfabet@, alguien con pocas luces, ignorante, embrutecid@, desaseado, mugriento, machista, vago, drogadicto... Parece ser que, para arrancar una carcajada a los espectadores, a veces es necesario humillar a un colectivo de personas a quienes les une el gusto por un determinado estilo musical. Pero también es cierto que a ciertos "artistas" cada vez que les ponen una cámara o un micrófono delante es como si sufrieran una especie de alteración de la conducta, no sé si contagiados por la estupidez de los medios o porque simplemente son estúpidos, potenciando así, hasta el empacho, una pose que en ocasiones raya lo ridículo, con un vocabulario forzado, fuera de tiempo o atascado en los 80, sin gracia alguna (aunque se empeñen en creer que tienen dotes cómicas) que muchas veces sonrojan hasta al ser más invulnerable del planeta. Es como si el ponerse una chupa negra llevase implícita la obligación de volverse un autentico gilipollas. En fin... Confiemos en que algún día algún director de cine mas cercano a la realidad nos muestre el autentico espíritu, alma e idiosincrasia de esta gran familia. Yo, mientras tanto, me comeré un plato de pimientos rellenos de boñigas de mamut con guisantes y salsa de callos con diarrea de dilophosaurio. Patxi SAGARNA FELIZ ENCIERRO.

lunes, 23 de marzo de 2020

EL EXPERIMENTO COVI-JO


El otro día, en una de las tantas comparecencias del Gobierno para "informar" sobre la crisis del coronavirus, me llamó especialmente la atención el lenguaje bélico utilizado por el jefe del estado mayor, el general del ejército del aire Miguel Angel Villaroya, quién definió la actual situación como una guerra en la cual los ciudadanos desempeñábamos el papel de soldados. Mire, señor general estrellado, ni ésto es una guerra ni yo uno de sus soldados, entre otras cosas porque detesto la institución a la que usted representa. Además, en una futura o posible cruzada (esta no lo es), si llegara ese momento, ya elegiré yo el bando, la bandera o el virus por el que deseo luchar y a las ordenes de quién, que seguramente no serán las suyas. Le recuerdo, también, que a su infame ejército se le destinaron el último año mas de 8.500 millones de euros, el doble de lo que se le asignó a sanidad y casi cuatro veces más de lo que se invierte en educación. Usted y toda su tropa, señor general, me parecen tan infames como lo es el rey emérito, Amancio Ortega y toda esa patulea de empresarios, quienes teniendo empresas más que solventes y con beneficios millonarios, han aplicado un ERTE a sus trabajadores. Pero, bueno, señor general, he de reconocer que su plan ha calado hondo en algunas mentes simplonas y aburridas, quienes se han plantado en sus balcones ejerciendo el papel de fieles centinelas al servicio de la Patria. Esos mismo que se han convertido en insolidarios de supermercado, los mismos que llenan sus carros de glotonería, ansiedad y miedo. Vaya usted a saber, señor general... Este país de imbéciles puede que le dedique un sonoro aplauso de balcón uno de estos días, uno a usted y otro al vil Amancio Ortega y los mariachis del ERTE. Eso si, señor general, le recuerdo, por última vez, que ésto no es una guerra, porque de ser así yo estaría en la calle y no precisamente comprando papel del baño o en el Mercadona. Estamos siendo parte de un cruel experimento. Alguien, para un futuro fin concreto, necesitaba resolver la ecuación de si se puede confinar al mundo entero dentro de sus casas durante un tiempo determinado, bajo una especie de estado de excepción "consentido" . El tiempo dará respuestas a éstas y más incógnitas, pero para entonces los bares ,el futbol etc, se habrán encargado de hacernos olvidar que durante unas semanas fuimos ratas de laboratorio. Yo, mientras, me comeré un bocadillo de pimientos con garbanzos y salsa de calcetín usado. Patxi Sagarna