lunes, 3 de diciembre de 2018

¿EN QUE BANDERA TE CAGAS TU?


De unos años aquí he sido consciente, muchas veces, de que las banderas limitaban mi propio poder de decisión, es decir, en ocasiones me veía obligado a forzar mi propio pensamiento o a sabotear mi discurso con tal de que estos fueran acorde y en consonancia con lo que en ese momento dictaba la enseña. Al fin y al cabo, la orientación de las banderas  en cada momento la dirigen las personas y, casi nunca, de forma honesta.
No me preocupa lo mas mínimo que alguien se suene los mocos con el estandarte o se limpie el culo si le apetece. Lo que más me inquieta es ver  la cantidad de individuos que se han hecho un lifting facial y de despiste a cuenta de camuflarse detrás de diferente simbología banderillera. Veo las banderas como un simple merchandising desde el cual se puede identificar en qué nivel de fanatismo o atontamiento está cada individuo y, así de paso, tener la información necesaria para no perder ni cinco minutos de tu tiempo con algunos@ intentando hablar o razonar. Cada vez huyo más de la verborrea banal e insustancial que lo único que hace es enfurecerme a cambio de nada y ocupar minutos y espacio en mi cabeza.
Como muchos recordaréis, aquí, en Euskal Herria, ya tuvimos nuestra GUERRA DE LAS BANDERAS (que así se denominó) para que, ahora, los pregoneros de aquella agitada producción folklóriko-patriótica, anden haciéndose arrumacos tóxicos con la parte contratante de la segunda parte… y otras partes. Dicho de otra manera, asentados en la poltrona.
El programa del fantasmagórico Iker Jiménez debería dedicar un espacio al fenómeno divino y milagroso de las banderas, pues algunas tienen el poder de anestesiarte, de enriquecerte, de jerarquizarte o de volverte olvidadizo y, lo que es peor, de resucitar a una momia de más de 40 años, a una momia y a su correspondiente legión de zombies. Zombies que, por otro lado, es frecuente verlos desfilar desafiantes últimamente por algunas ciudades de este país.
Mi bandera, al día de hoy, es como un traje hecho a la medida, con causas cercanas y sueños alcanzables. Está en el corazón y no en un trozo de tela fácil de corromper o manipular, porque yo con ese trozo de tela, si, con ése me limpio el culo. Pero antes me comeré un bocadillo de chocolate con callos y arroz de sesos de iguana con salsa de caracoles rebozada con crema de alubias. Patxi Sagarna