miércoles, 30 de noviembre de 2022

EL MENU DEPRESIVO

 Como luego tengo que volver otra vez a Donosti y no me apetece andar corriendo, decido quedarme aquí y comerme un menú o plato combinado. Un amigo me recomienda un sitio que está bien de calidad y precio. Al llegar, observo que está casi completo pero aun queda alguna mesa libre. Son la una y cuarto y el camarero me informa que las comidas se sirven a partir de la una y media, así que pido un refresco mientras espero. Tienen puesta la música desde un canal de televisión, el infame Julio Iglesias interpreta la clásica balada de desamor. A este le sigue un tal Álvaro Carillo y a este último otro llamado Otilio Galíndez ( por el acento sospecho que es algún canal de estos latinos). Apuro un trago mientras un tipo llamado Arturo Castro entona un melodrama de aborrecimiento desmoralizante. Algunos comensales miran a la pequeña pantalla con semblante alicaído, apesadumbrados, como si se identificaran con  el lacrimógeno repertorio. Me traen la carta, pero se me hace complicado concentrarme escuchando la tragedia musical de un tipo llamado Juan Gabriel. Empiezo a entrar en un estado folklorico-melancolico  tal que, estoy apunto de llamar a mi médico para que me haga un bizum de antidepresivos urgente, al fin y al cabo, eso de las consultas presenciales es ya puramente anecdótico. Me sirven la menestra que he pedido, está muy caliente, y para mi desgracia mientras espero a que se enfríe un poco caen otras tres baladas con argumentos devastadores. Derramo unas lagrimas sobre el vaso y estoy apunto de pedirle al barman que me las selle, simulando a Nerón en Quo Vadis. La cosa no mejora, y como no podía ser de otra manera a la cita no podía faltar el taciturno y desalentador Alex Ubago, momento que aprovecho para levantarme e ir al baño para refrescarme un poco la cara, pero para mi sorpresa, hay hilo musical en los lavabos. Ya desesperado me arrodillo frente a la taza del wc implorando a quien corresponda que ponga fin a semejante desasosiego. Mientras salgo del baño y me dirijo a la mesa me acompaña Janet y su interminable yo soy rebelde porque el mundo me ha hecho así. Estoy en un estado de abatimiento tal que, hasta el Ave Maria de Schubert me parecería ahora mismo puro heavy metal. Mientras el camarero me sirve las carrilleras que he pedido de segundo plato, sopeso la posibilidad de decirle que me las ponga en bocata e irme a comérmelas al tanatorio que hay justo al lado en el que parece que hay mas ambiente. Mientras devoro la ración de forma apresurada suena otro dramón de Cecilia que me hunde hasta el bajo astral. Tenia la intención de tomar un café, pero sospecho que si lo hago la cosa puede terminar en una hecatombe. Con las patatas aún en la boca me dirijo a la barra y pido la cuenta, momento en que el encargado del local cambia de canal y pone las noticias. 

PD: La comida estaba fantástica, el precio asequible y el personal muy atento y eficiente. A veces,  somos de esos a los que hay que dar de comer aparte. Sera el cambio climático. Patxi Sagarna 



 


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