lunes, 3 de junio de 2013

LA BOTELLA

 Cuantas noches sentado frente a un vaso en una esquizofrénica conversación muda repleta de indecisiones y bochornos.

La botella, la amarga compañía o la extraña pareja. El indulto de los fracasados, un aliento de valentía para los cobardes, el impulso de irracionales decisiones.

La botella. Distraes la mirada para fijarla en tus temblorosas manos sujetando un cigarro mientras el humo de tus pulmones sale cansado. Palabras entrecortadas y dialogo distraído.
Una chica descalza baila sobre una mesa, te diriges al baño donde la luz es tímida y, al girar la mirada hacia el espejo medio roto observas que han pasado los años, el sigue allí como testigo silencioso de tu deterioro. Al salir, vuelves a mirar y le dedicas una leve sonrisa como el que saluda a un viejo camarada. La chica reposa en brazos de un mugriento que la baña en copas de vino mientras desliza sus manos por unos decaídos pechos. La noche alberga tentaciones entre sus tambaleantes discípulos. Se oye el sonido de la persiana al bajar y el camarero se une a la última copa. Todos bebemos en un escrupuloso silencio que solo se ve alterado por alguna trastornada frase de la muchacha mientras se calza sus botas después de una noche de danza y alcohol.
Entro en casa, la taza del baño me espera para recibir hasta el último vómito de insensatez.  Me dirijo a la cama sin hacerme ninguna promesa. A la mañana siguiente me acompaña una tremenda jaqueca, me cuesta sostener en pie mi agitado cuerpo y un sudor frio recorre mi frente. Corro al bar más cercano y, mientras apuro la primera copa entre temblorinas, escucho que una chica ha sido hallada muerta en un portal, más tarde veo su esquela ¡maldita sea, si llego a saber brindo con ella !. Pero así de cruel es la botella.