martes, 11 de septiembre de 2018

QUÉ SERIA DE NOSOTROS SI NO HUBIERA HIJOS DE PUTA?



¿Os imagináis la red social desierta de noticias malvadas o con ausencia de desgracias? ¿Os imagináis despertaros sin ningún hijo de puta que os joda el día?¿Os imagináis amanecer en un oasis de paz, tranquilidad, convivencia y armonía? Cogeríamos hora para el médico inmediatamente por síntomas de ansiedad y depresión, provocadas por exceso de bienestar y falta de enemigos a la vista que nos jodan la vida. Diríamos algo así: Doctor, ésto de levantarse y no tener a nadie con quien meterse ni darse de hostias es angustioso, ¿no tiene algún hijo de puta a mano para recetarme? Hemos absorbido e interiorizado el hijo putismo de tal manera, que si ésto último ocurriría, nuestros muros se volverían hojas en blanco, se quedarían mudos, sin iniciativa. Ya no tendríamos de qué hablar, no tendríamos nadie en quien volcar nuestras propias miserias, nuestros vacíos, nuestra vida deshabitada, nuestros complejos, nuestra hipocresía, nuestra irritación cotidiana, motivada generalmente por la incapacidad de resolver nuestros propios conflictos, complejos y Valles de Lágrimas. El hijo putismo es ya toda una FILOSOFÍA DE VIDA. Se requiere de una capacidad casi innata, sobrenatural, la cual te permite absorber e “interiorizar” desgracia tras desgracia. Necesitamos ese grado, esa dosis de maldad ajena diaria, para poder esquivar nuestra propia conciencia. ¡Bienvenid@ al bucle del fatalismo, la desdicha y la calamidad! El hijo putismo abastece a todo tipo de personas, culturas, ideologías etc. Hay hijos de puta para dar y tomar, de todos los colores y banderas, en cualquier ámbito, dispuestos a ponerte “cachondo” a cualquier hora del día. Usted solo tiene que elegir el “menú” con el que desea encabronarse, evadirse y amargarse el día, y que abarca desde fútbol, política, guerras, desastres sobrenaturales, migrantes, machismo, socialismo, ultra derechismo, feminismo, masters, nacionalismos, política internacional, televisión y un larguísimo etcétera. Cualquier cosa vale para descargar, enfocar, y sobre todo DESPISTAR o disimular aunque sea durante unos minutos (y en algunos casos hasta toda una existencia) nuestros propios azotes, complejos y hecatombes. Necesitamos de hij@s de puta mediáticos tanto como el comer. Nos sirven de cobijo o escondite del hij@ puta que tod@s nosotr@s llevamos dentro. En el fondo, hacen de barrera emocional, forman una especie de equilibrio que hace que a su vez no se nos desborden nuestros propios instintos desbocados y de paso anestesiar a nuestros demonios. Gracias a ellos nos hacemos un lifting facial, resucitando todos los días con una imagen de personas comprometidas, sensibles, consecuentes, buenas, honestas, humildes, bla bla bla bla. En definitiva, el éxtasis o el nirvana de la filosofía del hijo putismo (al igual que en otras filosofías) está en NO buscar fuera lo que muchas veces tenemos cerca o llevamos dentro. Así que el que esté libre de hijo putismo, que se coma un bocadillo de caracoles con salsa de calcetín cocido y hongos de pie con riñones de saltamontes en escabeche del Cantábrico. Patxi Sagarna